¿Qué tan dispuestos estamos al cambio?

Esta semana, cuando paré en uno de los semáforos, subiendo por la Avenida del Llano hacia el barrio La Grama de Villavicencio, me llamó la atención un hombre pidiendo limosna que no tenía su mano izquierda y la mano derecha era deforme. Calculé que tendrá cerca de 50 años.

Un cambio sería que entre Estado y sociedad pudieran censar a los habitantes de calle que presentan alguna discapacidad y garantizar su sustento y un techo donde puedan dormir. Para que no tengan que estar en los semáforos pidiendo limosna.

Se espera que el nuevo Gobierno que inicia hoy en Colombia implemente cambios que permitan mejorar la realidad de este país.

Pero la pregunta es ¿qué tan dispuestos estamos los colombianos al cambio?

Esta semana en zona rural de San Martín volvió a pasar que el marido borracho disparó contra su esposa y luego se disparó a sí mismo. ¿Estaríamos dispuestos a acabar la cerveza y el trago que con frecuencia empujan a los borrachos a protagonizar riñas y tragedias como la de San Martín?

¿O nos escandalizamos de solo pensarlo y lo rechazamos de inmediato sin siquiera considerarlo?

¿Estaríamos dispuestos a dejar de consumir alucinógenos? ¿No sería esa la mejor estrategia contra el narcotráfico?

¿Estaríamos abiertos a analizar la posibilidad de acabar las gobernaciones y la Procuraduría para que los billones de pesos que se gastan esos organismos cada año pasen a financiar programas prácticos contra la miseria?

¿Nos asusta el anuncio de que la Policía ya no estará adscrita al Ministerio de Defensa sino al nuevo Ministerio de la Paz, Convivencia y Seguridad?

Hay que estrujar el pensamiento con temas como estos para verificar si tenemos mente abierta y reposada, o si por el contrario nos acercamos al fanatismo que rechaza tajantemente las ideas a las que no estamos acostumbrados.

Robert Kiyosaki dice: la mente es como un paracaídas, funciona si está abierta.

Es comprensible que tanto adoctrinamiento por los siglos de los siglos a través de creencias, tradiciones, mitos, religión, sumisión, politiquería, discriminación, terror y no sé cuántas formas más, deteriora la mente abierta.

Pero nunca es tarde para tener disposición para analizar la vida, investigar, confrontar, convencerse por sí mismo, acercarse a una realidad confusa por sus propias conclusiones.

La mente abierta exige conocer el mundo. Hay mucho por conocer, así que les recomiendo no perder mucho tiempo con tantos videos de Tik Tok, ni memes ni todas esas distracciones con las que las redes sociales se esfuerzan por acaparar audiencia.

En Natgeo y otras plataformas de streaming hay montón de documentales que pueden ser más provechosos para el objetivo de tener mente abierta. A veces podemos aprender de alguien con aspecto ordinario, si prestamos un poco de atención.

Por ejemplo, viendo “Los puros criollos” en Señal Colombia, aparece el administrador de un motel –un tipo de aspecto ordinario, ya entrado en años, barrigón y con rasgos indígenas- pidiéndole al Vaticano que entrara en razón, que acabara con el celibato para que los sacerdotes homosexuales pudieran ir a un motel con su pareja a disfrutar algo tan natural como el sexo, en vez de violar niños a escondidas. 

Tenemos herramientas para entrenar la mente: la conciencia, el sentido común, lo que nos parece lógico o ilógico, la experiencia personal, la madurez.

Escribir ayuda a depurar la mente. El ejercicio consiste en revisar lo que escribí hace una semana o hace un año y mejorar la argumentación.

Omar Camargo
Periodista

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