La deuda de los periodistas

Cuando Edilberto Castro era el gobernador del Meta, por allá entre 2004 y 2006, el Consejo de Estado ordenó suspenderlo provisionalmente del cargo en medio de una investigación por presunta inhabilidad derivada de una condena por homicidio culposo. Ese día en la mañana, uno de sus secretarios aseguró en conferencia de prensa que no era cierto.

Mientras los directores de noticieros asistían a la conferencia de prensa del funcionario departamental, dos o tres periodistas en las oficinas de redacción hicieron lo que debía hacerse: llamar al Consejo de Estado y preguntar si era cierto que ese tribunal había emitido un auto contra el gobernador del Meta. Y allá les confirmaron que sí, que era cierto.

Así que cuando los directores de algunos noticieros de la radio local de Villavicencio regresaron a sus oficinas de redacción, se encontraron con que tenían dos versiones de una misma noticia: la que acababa de suministrar el secretario de Castro en conferencia de prensa, y la que su periodista había averiguado directamente con el Consejo de Estado.

Al menos dos de ellos decidieron pasar la versión que aseguraba que no era cierto lo de la suspensión del gobernador y arrojaron a la canasta de la basura la noticia que habían redactado sus periodistas con la información que suministró ese alto tribunal.

Fue un ridículo intento de tapar el sol con un dedo porque ese mismo día, en la tarde, los medios nacionales informaron que el Consejo de Estado había ordenado suspender del cargo al gobernador del Meta.

Ese es uno de los casos en los que el periodismo local le ha fallado a la comunidad y se ha puesto del lado de los gobernantes-patrocinadores que acostumbran a decir “yo soy amigo de los amigos”. Eso traduce: “los periodistas que hablen bien de mí tendrán contratos (no solo de publicidad), y los que hablen mal quedarán excluidos de la lista”.

La deuda del periodismo local con la comunidad seguramente ya venía de antes de aquel episodio de 2004. Y siguió aumentando. Resultado: la credibilidad de los medios de comunicación locales (y parece que los nacionales están en las mismas) es muy baja.

El Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas, DANE, mide el nivel de confianza de los colombianos de las zonas urbanas en una encuesta que titula Pulso Social y que realizó el pasado mes de diciembre en 23 ciudades.

Entre las preguntas estuvo la siguiente: ¿qué tanto confía en los periodistas?

El resultado fue que apenas el 6,1% de los jefes de hogar o cónyuges, de las zonas urbanas, confiaban completamente en los periodistas. En otras palabras: la gran mayoría de los encuestados dijo no confiar en los comunicadores.

Valledupar y Barranquilla registraron la mayor proporción de personas que confiaban en quienes ejercen este oficio con el 16 y el 13%, respectivamente. Cali y Pereira con sus áreas metropolitanas presentaron los mayores porcentajes de personas que no confían.

Por edades, el 23,8% de las personas entre 25 y 54 años dijeron que no confían nada en los periodistas, mientras el 5,8% dijeron que confían completamente.

Este es un problema de fondo. Porque se supone que los periodistas se forman para cumplir bien la misión de informar. Informar a la comunidad, no a los gobernantes-patrocinadores. Es que alguna vez escuché a una periodista comentando: “me conformo con que me escuche el gobernador”.

Sin periodistas con credibilidad, abundan las noticias falsas en las redes sociales y mucha gente traga entero y las replica. Un ejemplo: en Facebook y WhatsApp ha circulado una noticia titulada “Gustavo Petro afirma ser Dios”, supuestamente publicada por Caracol Radio. Consultado por AFP, Jaime Andrés Ospina, editor digital de Caracol Radio, dijo que el contenido viralizado “no se publicó en el medio”.

Sin periodistas que hagan algún esfuerzo por construir paz desde los medios, la exacerbación de los odios y la polarización son las nuevas reglas de la comunicación social. Veamos este ejemplo que apareció esta semana en Twitter:

La senadora Sandra Ramírez (Comunes) escribe: “Vergonzoso ver a Jennifer Arias presidir la moción de censura del Ministro Diego Molano, a pesar de semejante escándalo de plagio que tiene en su contra. El Uribismo convirtió a este Congreso en un circo”.

Y le responde Rosa Uribe: “Vergonzoso verla a usted GUERRILLERA ASESINA, SECUESTRADORA, manteca lava patas, estar en el CONGRESO censurando a un EXCELENTE MINISTRO, con una hoja de vida intachable, qué desgracia la de COLOMBIA, dolor de patria”.

Así de grave está esto. ¿Qué podemos hacer desde los medios de comunicación? Un primer paso podría ser reconocer la deuda del periodismo con la sociedad… y comenzar a saldarla.

Échele ojo.

Omar Camargo
Periodista

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