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Análisis al informe final de la Comisión de la Verdad

La Comisión de la Verdad presentó esta semana su informe final, de casi 900 páginas, que ojalá pueda ser útil para los colombianos y no se quede en otro libro “de alto nivel académico” que pasa al archivo.

Intentar señalar lo que es útil en tantas páginas, sería muy extenso para esta columna, así que abordaré el análisis del documento con sentido práctico. Lo primero es que las líneas en que se repasa la oscura historia de la guerra interna colombiana, seguramente será de más utilidad para las nuevas generaciones. A los más viejos, que hemos vivido de cerca o no tan cerca esa guerra, no nos asombra mucho encontrar revelaciones como la que hizo esta semana el New York Times:

“Estados Unidos creía que el ejército de Colombia estaba detrás de una ola de asesinatos de activistas de izquierda y, aun así, pasó las siguientes dos décadas profundizando su relación con las fuerzas armadas colombianas, según muestran documentos que acaban de difundirse.

La Agencia Central de Inteligencia (CIA, por su sigla en inglés) contaba con pruebas de que el ejército colombiano había brindado una lista de objetivos a los paramilitares, quienes mataron a 20 trabajadores de una plantación bananera en una masacre muy conocida, muestran los documentos, pero siguieron enviando miles de millones de dólares en ayuda al gobierno de Colombia”.

Además, porque esa guerra persiste y ahora está siendo reforzada por narcos mexicanos.

Lo segundo es resaltar las recomendaciones que hace la Comisión de la Verdad a partir de la página 768 de su informe final.

En la página 772 hay una síntesis de las recomendaciones donde, por ejemplo, dice que hay que emprender transformaciones para superar los factores que han facilitado la persistencia del conflicto.

Transformaciones. Mucha gente está esperando que sea Petro el que transforme este país y probablemente no han considerado iniciar esas transformaciones desde el ser individual, es decir, desde cada uno de nosotros.

La Comisión de la Verdad recomienda respetar la diversidad y el diálogo como herramienta principal para tramitar las diferencias. Nadie discute eso, pero la pregunta es ¿cómo hacemos para que el ladrón de celulares ya no vuelva a asesinar a un joven que oponga resistencia al robo?

En la página 881 del informe final hay un título: “LOGRAR UNA CULTURA PARA VIVIR EN PAZ”, y ahí, de entrada, lo dice: “El primer acuerdo de paz que tenemos que tener los colombianos es desde cada uno de nosotros”.

Para dar pasos hacia esa cultura que nos permita convivir en vez de matarnos unos a otros, hay que superar el odio, el racismo, la estigmatización, la venganza, los señalamientos, resentimiento, rabia y deshumanización, entre otras “cualidades” de los colombianos. ¿Cómo lograrlo? El informe deja estas ideas:

“La guerra produjo que la democracia se desarrollara más en lógica de destrucción física y moral del adversario, que desde el diálogo constructivo”.

“Para avanzar en la construcción de paz es necesario desarmar no solo las manos y los cuerpos, sino el lenguaje y la mente”.

Pensar en el otro ser humano que también tiene dignidad. Como no me gusta que pisoteen mi dignidad, no debo pisotear la dignidad del otro.

Los colegios deben reflexionar sobre métodos de formación que garanticen la convivencia pacífica. “Que el sistema educativo implemente una estrategia pertinente y efectiva para la formación de sujetos capaces de vivir en paz con énfasis en elementos de ciudadanía, reconciliación, habilidades socioemocionales y educación en derechos humanos, que incluya enfoques interculturales, de género y de derechos de las mujeres”.

Propone un ejercicio interesante: espacios seguros de encuentro entre personas de diferentes sectores, en los que se promuevan el respeto, la igualdad de dignidades, la diversidad, la capacidad de diálogo y deliberación argumentada. Esos espacios deberían transformar las narrativas de enemistad, discriminación y estigmatización, así como superar dogmatismos, intolerancias y odios políticos.

Les faltó mencionar la clase de filosofía como una herramienta poderosa para formar personas capaces de rechazar la violencia a la hora de resolver conflictos. En mi ensayo “¿Religión o filosofía?” (lo consigue en Amazon) dejo algunas ideas sobre la clase de filosofía en los colegios.

A los medios de comunicación, la Comisión de la Verdad les pide garantizar el derecho a la verdad. “Qué bella es la inocencia”, responde un periodista local.

Omar Camargo
Periodista

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