Hablemos de paz total cuando haya paz total
Yoni Ruiz, Jonathan Ernesto Ordóñez Pestana, Luis Armando Vélez Moreno, Jan Gilberto Rodríguez Obando, Jerson Mamián Mojomboy y Esléider Alexander Portocarrero son los 6 jóvenes asesinados esta semana en el Cauca por gente que se parece a los zombis de la serie The walking dead: viven sedientos de sangre.
Esos soldados eran colombianos igual que los matones, la mayoría con edades alrededor de los 20 años que seguramente tenían la esperanza de abrazar a sus familias en este diciembre para desearles feliz año 2023.
Eran jóvenes afrocolombianos asesinados por otros afrocolombianos, según relataron los sobrevivientes.
Los zombis estos del Cauca claramente son humanos con mentes atrofiadas que al parecer disfrutan matando a otros seres humanos. Esa conclusión sale fácilmente de observar un video en el que muestran las armas de las que se apoderaron tras el ataque y admiten que hasta se robaron los 6 celulares de los soldados asesinados.
“A veces uno diría que Colombia está condenada a una especie de violencia perpetua que varía en el tiempo, que se transforma, pero no cede”, comentó el presidente Gustavo Petro tras visitar la vereda del Cauca donde ocurrió la masacre.
Esto que parece desesperanza, sencillamente es una realidad: en Colombia hay gente que solo habla el lenguaje de los fusiles y pistolas, el lenguaje de las balas, el lenguaje de la muerte. ¿Se puede negociar con gente así?
El presidente Petro sonó muy ingenuo cuando dijo también que “no puede en la mente de las personas que hoy ejercen violencia haber un espacio creyendo que una opción de diálogo es una opción para aprovechar en el sentido de aumentar las condiciones de construcción de una economía ilegal”.
¡Claro que están acariciando esa opción los que hoy ejercen violencia! Repase el episodio de la Zona de Distensión, que conocimos los metenses de cerca.
Pero además está muy fresco el Acuerdo que se firmó en 2016, que nos muestra que muchos de las Farc abandonaron los fusiles, pero otros prefirieron seguir con los fusiles y la cocaína.
No hay paz total con los grupos armados. Hagámoslo simple: hablemos de paz total cuando haya paz total.
En la medida en que hablemos de cosas reales, podemos intentar mejorar cosas reales. Pero si nos subimos a la nube fantasiosa de una paz total, me temo que es imitar el sistema tradicional en el que los gobernantes presentan balances según los cuales todo está de maravilla. Y no lo está.
Con hechos como los del Cauca, y pocas semanas antes una masacre de policías en el Huila, es absurdo encerrarnos en ese marco de la paz total.
A propósito de masacres de militares y policías, el 17 de junio de 2020 hubo una en La Macarena. Ese día asesinaron 6 militares. Varios meses después tuve la oportunidad de preguntarle al comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta Omega ¿quién dio la orden de movilizar esa patrulla por una selva en la que se sabe que hay grupos armados ilegales? ¿Cuál era el objetivo de esa movilización? ¿Por qué no había vigilancia desde el aire para apoyarlos en caso de un ataque sorpresivo como el que ocurrió?
El general fue evasivo y creo que hasta se disgustó por las preguntas. Me parece que en el caso del Cauca se pueden hacer las mismas preguntas y lo ideal sería que el oficial que dio la orden de movilizar esa patrulla hacia la boca del lobo, saliera a darle una explicación al país. Para que no nos quedemos con la impresión que nuestros militares “dan papaya”.
No es suficiente con salir a decir, después que nos asesinan 6 jovencitos, que eran unos héroes de la patria, que la defendieron hasta su último segundo de vida y que se solidarizan con las familias. No es suficiente. Con tanta tecnología que tenemos hoy, ya deberíamos estar en capacidad de parar estas matanzas de soldados y policías.
Es que uno entiende que algún uniformado pierda la vida en una ofensiva donde el enemigo lleve la peor parte. Pero que coloquemos soldados y policías para que los matones jueguen tiro al blanco con ellos, no es fácil de entender.