¿Está listo para irse?
Danny, sin saber por qué, comenzó a perder peso. Mi tocayo Germán Yesid comenzó a sentir unas constantes nauseas. Ninguno de los dos quiso ir al médico. Danny porque toda la vida le tuvo pavor al médico, a las enfermeras o a lo que significara algo cercano a una inyección. Mi tocayo no fue al médico porque era diciembre y decía que, por la temporada alta de su negocio (la Licorera bar Mia), dejaría lo de la salud para después. Danny finalmente sí fue, presionado por su familia, pero en un primer dictamen le dijeron que era hígado graso, que debía cambiar su alimentación y así estaría mejor. No fue así, siguió perdiendo peso.
Pasó la navidad, el año nuevo, los reyes y nada, Germán Yesid no cumplía con su palabra de ir al médico. Hasta que también comenzó a sentir nauseas. Ya había pasado enero y cada día se sentía peor, por lo que su esposa le exigió que debía ir con urgencia. Mi ahijado Geovany Agudelo, mi hermano Reinel y yo fuimos a visitarlo. Nos encontramos al amigo con el que siempre reíamos, nos burlamos de la vida, de los hinchas de uno y otro equipo porque éramos dos de Millonarios y dos del América (mi tocayo amaba a la Mechita). Estaba acostado en una hamaca que cruzaba todo el estar de su licorera. Hablamos del negocio de los chorizos, de lo bonito de la vida y de la alegría que sintió con nuestra visita. Nos contó de sus dolencias y nos aseguró que pronto estaría mejor. Sudaba mucho, no le recibía nada el estómago; y fuimos a verlo porque al día siguiente tenía una cita especializada. No lo volvimos a ver con vida.
A mi amigos Daniel Ladino Mahecha y Germán Yesid Umaña les pasó algo similar: estaban enfermos y cuando se dieron cuenta, ya era tarde. Por eso quiero preguntar si estamos listos para irnos. Danny no se quejaba de ningún dolor. La vieja Sara, su mamá, llegó de Madrid de visitar a Andrea, la hermana menor de los Ladino Mahecha, y se aterró de verlo: además de su baja de peso tenía diarrea y el vómito no le paraba. Para completar el cuadro, un buen día sufrió un desmayo. La vieja Sara lo obligó a ir por urgencias. Desde ese día no volvieron a compartir con Danny, unas pocas semanas después de 3 clínicas, muchos exámenes y valoraciones, murió. Un paro cardio-respiratorio terminó con sus días.
Danny tenía leucemia. Mi tocayo tenía cáncer en el estomago que hizo metástasis a otros órganos.
Todavía siento tristeza al escribir estas líneas, pero lo considero valioso en el ejercicio de la pegunta que titula mi reflexión. También me alienta el saber que ellos allá están bien. Pero volvamos a lo que nos ocupa.
Joven, mayor o adulto, no hay límite. Sólo es que el día marcado será nuestro día. Dice la canción del poeta y cantor cubano, Silvio Rodríguez: «y las causas lo fueron cercando», al referirse al último día de un Pedro cualquiera. Porque ese día llegará con más seguridad que «El día de la suerte» que cantaba el gran Héctor Lavoe. Y cuando ese día llegue, que bonito sería que usted estuviera en paz consigo mismo, con su espiritualidad, con su familia, con sus amigos y con quienes lo rodean, Que le haya pedido perdón a quienes a herido o a quienes le ha fallado. Que haya perdonado a quien le causó dolor. Que se haya arrepentido del mal que ha hecho y que haya encontrado la forma de resarcir ese daño. Estar listo es haber encontrado la paz en la sonrisa de un niño, es saber que hicimos y que hacemos lo correcto, es encontrarnos y podernos abrazar muy a pesar de nuestras diferencias.
Pareceré muy zafado o presumido, pero es lo que la muerte de mis amigos me provoca. Una fuerte relación con volver a mis raíces, a mi aldea, a valorar el sermón de la montaña, a pedirles muy humildemente que aceptemos cargar la cruz que llevamos, sin quejarnos y sí dando gracias por tantas cosas bellas que nos ocurren o que nos han ocurrido.
Comenzar por mi cambio personal es una buena forma de contribuir con el cambio que necesita nuestra maltrecha sociedad. Comenzar por aceptar que mis acciones pueden perjudicar a mis semejantes. Si cometimos una falta debemos pagar por ella, pero preferimos sobornar a la autoridad para no asumir esa responsabilidad. Cargar con nuestra cruz es aprender de nuestros errores y así poder disfrutar de lo que hacemos. No olviden que son muchos los ejemplos de gente que se creen muy avispados y la vida termina cobrándonos un altísimo precio por las cosas que hacemos mal.
Por eso pregunto: ¿está listo para irse? Si su respuesta es no, ¿qué espera para hacer lo que es su deber?
Germán decía que Dios lo sanaría. Y claro que el dolor es tal vez la mejor forma de sanarnos.
Danny siempre decía: «de la mano de Dios», y créanme que no sólo él sufrió sus males, su familia todavía lo llora y se pregunta por qué.
Díganme, por favor, ¿están preparados para irse?