Metas para 2023
En vísperas de Año Nuevo hay opciones entretenidas como proponernos metas para el 2023 o no proponernos y asumir el reto de “cada día trae su afán”.
Creo que en ambos casos hay un ingrediente que es: confianza en uno mismo. Confío en mi capacidad para tratar de alcanzar metas a mediano plazo o confío en mi capacidad para solucionar lo que se vaya atravesando cada día.
Pero como es entretenido y quizá tenemos algo de tiempo en vísperas de Año Nuevo, podemos hacer el ejercicio, a ver qué resulta.
Me parece que hay metas tradicionales (ganar más dinero, viajar más, pasar más tiempo con mi madre, mi abuela o mis hijos…) y otras no tan comunes.
Aquí ya tenemos una meta personal: que cada día de 2023 pueda mantener la confianza en mí mismo. Mantener el optimismo, como si fuera el primer día de trabajo en una gran empresa a la que siempre quise llegar y donde sé que estaré feliz con mi trabajo.
Recuerdo que algunas veces lloré a la medianoche del 31 de diciembre porque me dejaba envolver por una especie de nube de imágenes y voces alarmistas que ponían el fin de año como si fuese el fin del mundo. Y no lo es. El sábado es 31 de diciembre, luego el domingo es 1 de enero, el lunes es 2 de enero y ahí seguimos con muchos días por delante para aprovecharlos en la medida en que tengamos actitud de guerreros. Porque con actitud de derrotados, con el pensamiento bombardeado por el pesimismo, quizá desperdiciemos esos días que están por delante.
Segunda meta personal, entonces: que cada día de 2023 pueda mantener actitud de guerrero.
En la vida uno va aprendiendo cosas. Por ejemplo, que una relación tóxica (sea laboral o de pareja) no aguanta. Renunciar a un trabajo donde no soy feliz puede que nos inunde de incertidumbre, pero nos libera de un peso que nos hundía y nos permite tomar un respiro. Y si respiramos, recargamos energía y reforzamos la capacidad de hacer cosas que nos hagan felices o que, al menos, nos mantengan tranquilos.
Entonces, entre los propósitos para 2023 deberíamos estar dispuestos a renunciar a ambientes tóxicos y a buscar otros donde haya un poco más de armonía.
Annie Duke, quien escribió el libro “Renunciar: el poder de saber cuándo apartarse”, cita el caso de un hombre que se puso como meta llegar a la cima del Everest, pero allá murió. Entonces muchos dirán que fue un héroe, pero en Colombia decimos “más vale un cobarde corriendo que un valiente muerto”. Annie lo dice de otra forma: “El objetivo no es llegar a la cima del Everest; el objetivo es regresar vivo para poder seguir escalando más montañas en el futuro”.
Ahora, en este ejercicio entretenido, pongámonos en los zapatos del que está en una situación muy precaria como para tener algo de optimismo frente al Año Nuevo. De pronto el que está sin empleo, el que no tiene dinero para comprarse una muda de ropa para estrenar el 31, el que no tiene familia en el sitio donde se encuentra viviendo…
El alcohol suele ser una opción porque muchas canciones aseguran que “el alcohol ahoga las penas”. En realidad, lo que el alcohol hace es arruinar más su vida, pero en esta columna no voy a tratar de convencerlo de que deje de consumir alcohol. Lo que le puedo decir, con toda certeza, es que he visto personas “en la inmunda” que han podido salir del mal momento y hoy viven bien. Aquí en Villavicencio está el caso de Elkin Zapata quien fue habitante de calle, atrapado por la drogadicción, y hoy es concejal de la ciudad.
Entonces diría que no hay excusa para pararnos frente al año nuevo, respirar profundamente y decir: Estoy listo para dar la batalla… ¡Voy con toda!
¡Feliz año!